Hace unas horas leíamos que en Tailandia se prohibía la venta del videojuego «Grand Theft Auto», que hace meses fue lanzado con gran expectación alegando que indujo a un joven a asesinar a puñaladas a un taxista, al que luego robó para poder comprar un ejemplar. Así que le pregunta obligada es, ¿somos conscientes de la repercusión que puede tener un videojuego en nuestra sociedad?
La industria del videojuego movió sólo en España 1.454 millones de euros, más que el cine y la música juntos. Este crecimiento siguió la tendencia registrada en Europa, donde las ventas crecieron un 45% y se situaron en 13.000 millones de euros (5.607 millones en consolas) y donde España mantuvo su cuarta posición, detrás de Reino Unido, Francia y Alemania. Este es realmente el potencial de lo que se ha comenzado a llamar el noveno arte.
Para tratar de gestionar el alcance de ciertos videojuegos, se creo el estandard para la catalogación de los videojuegos, el estándar PEGI. Así, se cataloga los videojuegos por edades y contenidos, por ejemplo,
GTA IV, Liberty City tiene una clasificación PEGI +18 en Europa, mientras que la comisión estadounidense de ‘software’ de entretenimiento (ESRB) ha prohibido la venta de este videojuego a menores de 17 años. El jóven de Bangkok, tenía 18 años. Estados Unidos se ha planteado prohibir su venta a escala nacional y varias familias han demandado al fabricante por un sinfín de actos de violencia asociados al videojuego, entre ellos varios asesinatos.
Esta clara la polémica sobre la existencia de este tipo de videojuegos. En mi opinión, su existencia no es perniciosa e incluso ayuda a canalizar cierta parte de stress diario a gente realmente equilibrada. El problema no esta en el videojuego, seguramente el problema estaba allí antes, en su cabeza, y el videojuego fue el detonante que lo hizo saltar, pero entiendo que tratemos proteger a nuestra sociedad.